VI TITÁN DE LA MANCHA (BTT ULTRAMARATÓN 200KMS)
(17-09-2016)
No eran molinos, sino desaforados gigantes…
campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear;
porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más
desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las
vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra,
y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la
tierra.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los
suelen tener algunos de casi dos leguas.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no
son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las
aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las
aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en
oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual
batalla.
Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las
voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran
molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan
puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni
echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran, antes iba diciendo en
voces altas:
—Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os
acomete.
[…]Doscientos kilómetros de BTT son mucha tela, y lo son especialmente cuando transcurren por los rudos, ásperos, pedregosos y polvorientos caminos manchegos, caminos mentirosos, sobre los que sin apenas acumular ascenso ves cómo pasan los minutos pero no los metros —¿cómo puedo ir tan despacio? —te preguntas, y es que hay veces en las que prefieres subir un puerto pirenaico con sus 1.000 metros de desnivel positivo, antes que ir traqueteando sin apenas avanzar sobre el polvo y las piedras rojas de los Montes de Toledo.
Para mí, el párrafo anterior resume de forma sencilla lo que te encuentras en esta prueba de ciclismo de montaña (todo terreno, mejor dicho), de la que el pasado sábado se celebraba su sexta edición, una prueba cicloturista que ha evolucionado desde 2009, cuando consistía en una “simple” quedada de amigos para recorrer la zona, hasta la actual prueba cuasi competitiva. Es la tercera en el haber de Isidro y mío; la primera vez fue en 2012 con el antiguo formato de quedada, la segunda en 2014 ya como GP Phi Polideportivo, y la tercera de nuevo como GP-Phi y en compañía de Ramón, Joaquín, José Mikel y Gabriel, participando en la modalidad “grupos”.
Tras muchos km de rodaje previo y el esfuerzo logístico preciso para acudir a un evento de esta magnitud, la aventura comenzaba el viernes por la tarde en Bodegas Reconquista, donde merced a las gestiones de Isidro, establecíamos el cuartel general de la expedición. Recogida de dorsales en Alcázar de San Juan y retirada a preparar los bártulos, cena y descanso en el Hotel Viñasoro. La salida tenía lugar a las 6,30 am, así que convenía retirarse pronto para descansar lo que se pudiera.
Recogida de dorsales en Alcázar, el viernes por la tarde |
Desayuno a las 5am |
Preparados, listos… |
No eran aún las 6,30 (me gusta esa puntualidad prusiana) cuando el pelotón arrancaba por las calles de Alcázar; luces en funcionamiento, noche cerrada aún, buen humor en el ambiente, bromas, risas, gritos de ánimo que en el fondo denotaban cierto nerviosismo; es una prueba larga, dura, difícil, en la que puedes encontrarte de todo, es inevitable cierta incertidumbre… Son muchos los factores que determinan el éxito o el fracaso. Habíamos hecho todo lo que estaba en nuestra mano para que la jornada concluyera de forma satisfactoria, pero son tantos los elementos externos e incontrolables… Aún por las calles de Alcázar, y aprovechando que pasábamos junto a los coches, hacemos una parada rápida debida a un pequeño despiste de última hora. Es un suspiro, pero nos coloca en cola del pelotón, lo que nos obliga a rodar rápido los primeros km rumbo a Herencia para compensar la prematura parada.
De camino surge la primera complicación de la jornada; hay que vadear un río (seco, desde luego), y como aún no se ha estirado el pelotón, se forma un atasco que nos tiene unos diez minutos parados. Pasamos y seguimos hasta Herencia, donde nos encontramos con los primeros desaforados gigantes del día. Subida por sendero, se rodea el molino, descenso rápido y enfilamos otro duro ascenso al segundo cerro en el que nos reciben unas nuevas aspas desafiantes.
El siguiente objetivo es Puerto Lápice, tras un camino incómodo y en casi constante tendencia ascendente. El equipo logra someter a los gigantes que allí nos aguardaban (en lo alto del cerro, como siempre), y enfila hacia el territorio más bonito (y duro) de la prueba, la zona de Sierra Luenga y Calderina. Para entonces ya llevamos casi 60 km en las ruedas, casi un tercio de la distancia total, y poco a poco se empieza a notar, unido a que las cuestas se van empinando y haciéndose más constantes y más serias. Tras el paso por la Casa de los Forestales, una simpática subida que precede a un descenso vertiginoso, giro de 120º a la izquierda, cambio radical de desarrollo y a enfilar el km y pico de brutal ascenso al “Reventón”, un rampón duro, seco, áspero que sólo se puede superar con paciencia y capacidad de sufrimiento. Poco a poco vamos coronando los seis miembros del equipo y acometemos el peligrosísimo descenso, repleto de piedra suelta, que es casi tan duro como la subida (si no más, por el enorme grado de concentración y tensión que exige); uno de esos tramos en los que un despiste o una frivolidad pueden dar al traste con la jornada en forma de caída. Afortunadamente superamos la dificultad sin problemas.
Tras la bajada nos aguardaban nuestro capitán y Carmen (la hija de Isidro), quienes habían tenido la amabilidad de acercarse a darnos apoyo logístico y moral. Aprovechamos para dejar algunos bártulos que ya nos sobraban (las luces, por ejemplo), rellenar los bidones de agua y hacernos un par de fotos antes de seguir el camino hacia la Calderina.
Hasta ese momento la ruta nos había estado castigando, poco a poco y de forma sutil; a partir de ese momento comenzaron a aflorar las diferencias de forma y preparación que inevitablemente siempre hay entre los miembros del equipo. José Mikel está obviamente, por diversos motivos, en un nivel superior al resto de compañeros; Joaquín demostraba que su nivel de preparación había sido extraordinario, manteniéndose casi en todo momento en cabeza del grupo, tirando y pareciendo que avanzaba sin sufrimiento, silbando la melodía de “Verano Azul”; Isidro con su extraordinaria capacidad mental se regulaba y mantenía sin problemas; Ramón, que había comenzado sufriendo un poquito de más iba poniéndose a tono según pasaban los km; yo no me encontraba mal aunque la prueba no llegaba en la mejor fecha para mí; y Gabriel era el que lo estaba pasando un poquito peor, aunque iba aguantando el tipo de forma admirable.
A partir de ese punto la ruta ya se ponía seria de verdad, con todo el ascenso de aproximación a Calderina y la subida del monte en sí. Es una subida dura, exigente de unos 4,5 km al 7,5%, muy constante, sin descansos, que cada miembro del equipo fuimos haciendo a nuestro ritmo hasta coronar. Para entonces habíamos recorrido ya casi 90 km, todo un rutón de BTT en sí mismo. Gabriel fue el último en coronar, ya visiblemente castigado. Había una opción de abandono en ese punto, donde había montado un puesto de avituallamiento, y desde el que en caso de necesidad la organización habilitaba la posibilidad de ser “repatriado” a Alcázar. Fue un momento duro; no es fácil dejar atrás a un compañero, y tampoco es fácil tomar la decisión de abandonar cuando la sangre tiene mejores cosas que hacer que regar el cerebro, máxime cuando los siguientes km son cuesta abajo (que parece que te dan opción a recuperarte). Gabriel fue sensato y maduro y supo darse cuenta de que aún quedaba un mundo por delante y que lo mejor en su caso era dejarlo en ese punto. Por su juventud y su evidente capacidad física y mental tiene por delante muchos más “titanes” que nosotros… ¡Olé por tí, compañero!
Tras ese complicado momento, a los cinco supervivientes no nos quedaba otra que seguir con nuestra aventura; bajada de Calderina, subida de Sierra Calderina, y arriesgado descenso hacia Fuente el Fresno. Allí nos aguardaba otro desaforado y famoso gigante, encaramado en un alto cerro al que sólo era factible vencer tras una extenuante escalada por el encaramado sendero que accede hasta sus pies. Tras coronar, el sendero de descenso es para mí el más divertido de toda la ruta, rápido, revirado y con el terreno relativamente compacto.
Al bajar, parada en el avituallamiento, donde alguien de la organización nos empieza a poner nerviosos diciéndonos que estamos prácticamente fuera de control, y que sólo disponemos de 55 minutos para llegar hasta el siguiente control de paso, en Casa de Forestales, 17 km más adelante. El terreno hasta allí no es demasiado malo aunque tampoco bueno, y desde luego para hacer el tramo en ese tiempo hay que espabilar mucho. Apenas cargamos agua y echamos un bocado, y salimos escopetados, nerviosos y preocupados.
Pero algo o alguien decidió ponerse en nuestra contra, y uno de los miembros de equipo (el que escribe estas lineas concretamente) comenzó a sufrir calambres en su castigado cuádriceps derecho, obligándole a parar en varias ocasiones y a ralentizar la marcha del grupo, hasta el punto de que hubo un rato en el que tenía completamente asumido que al llegar a Casa de Forestales se acababa el “Titán”. A pesar del calentón y del esfuerzo, y por culpa de los malditos calambres llegábamos con más de 10 minutos de retraso sobre la presunta “hora tope”, para descubrir que no había tal límite (de hecho aún había bastantes participantes por detrás), sino que aquel señor sólo había pretendido ir metiendo prisa al personal, no se sabe muy bien por qué…
El caso es que tras reponer un poco las fuerzas y relajar e intentar oxigenar la musculatura reanudábamos nuestro viaje por la Mancha, con 125 km en las bielas, y con el ánimo de saber que tras el paso por Cruce de Caminos la tendencia de la ruta era ya descendente, lo que sin duda tenía que hacernos mejorar la velocidad media.
Cruce de Caminos, descenso de más de 12 km y nueva batalla con el desaforado de Puerto Lápice, subida en la que otra vez tuve que poner pie a tierra por culpa de los calambres, ralentizando de nuevo la marcha del grupo. Desde Puerto Lápice hasta Herencia el camino se ponía en plan “manchego”, pedregoso, lento, complicado… Durante ese trayecto veíamos cómo el tiempo pasaba pero no los km, en un avance que de lento era desesperante. Al llegar a Herencia, nos aguardaba una nueva pero más llevadera lucha contra los molinos en la que tuvimos otro pequeño incidente; una piedra que salía escupida por mi rueda trasera impactaba contra la pierna de Isidro abriéndole una herida y provocándole dolor intenso; parada para atender al bravo GP, que ignorando el dolor, la sangre y el incipiente huevo que comenzaba a crecer en su pierna, nos lanzaba hacia el llano y cómodo “Camino Viejo de Alcázar”, que sigue el recorrido del canal de Río Cigüela, una pista en la que por fin se podía rodar de forma alegre, intentando arañar unos minutos y elevando un poquito la velocidad media del día.
De esta forma llegamos a las inmediaciones de Alcázar, para dar un pequeño rodeo, llegar a los pies del cerro sobre el que habita el desaforado gigante (que no falte) de la zona, a cuya morada se accede por una pista de asfalto y una senda que en sus últimos 200 m se pone bastante cuesta arriba. En todo caso es el final del Titán (a falta de bajar hasta Alcázar y entrar en meta), y a esas alturas se saca la fuerza de donde haga falta, la tengas o no.
Para finalizar, solo quedaba bajar (ya por asfalto) hasta Alcázar, un par de km de callejeo por el pueblo y enfilar la recta de meta, para culminar los cinco a una, como el equipo que éramos, 13 horas y 45 minutos después de haber pasado tras el mismo arco, cuando en lugar de meta era salida.
Por lo que a mí respecta, agradecer al club en general y a mis compañeros de fatigas en particular la oportunidad de vivir una jornada agotadora y fructífera de ciclismo de montaña por esos caminos manchegos. Casi 14 horas sobre la bici dan para mucho. Dan para sufrir, para gozar, para animarse, para hundirse, para dudar, para tenerlo claro…; casi 14 horas dan para mucho…
Gracias a todos por vuestra paciencia, por no poner una mala cara ni tener una mala palabra, por vuestro compañerismo y por vuestra deportividad, por vuestro afán de superación, por vuestra fortaleza física y mental. Para mí fue un orgullo y un placer compartir esta brutal experiencia con vosotros. Quiero mencionar de forma especial a Gabriel, que no tuvo la suerte de poder terminar, pero que en la mitad de ruta que hizo con nosotros dio muestras de los mismos valores que acabo de enumerar; como decía antes, habrá muchas oportunidades y muchas “titanes” para tí.
¡Nos vemos en la próxima!
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