IV SAN SILVESTRE DE LAS ROZAS (MADRID)
(31-12-0214)
Crónica: Juan en primera persona.
No cabe duda que la referencia madrileña (y española seguramente) en asuntos “sansilvestriles” es la Vallecana. Al amparo de la prueba profesional e internacional, la popular es una de las carreras más famosas y multitudinarias que hay en el panorama madrileño y español. Su recorrido es fantástico y el ambiente espectacular, pero para mí tiene un buen puñado de inconvenientes que dificultan de forma importante el participar en ella; la hora de la prueba y el hecho de tener distintos puntos de comienzo y fin dificultan la logística para poder llegar a una hora razonable a la reunión familiar de nochevieja; por otro lado, la cantidad de participantes complica mucho la carrera a nivel deportivo, ya que se hace muy complicado coger ritmo de carrera (incluso el hecho mismo de correr) hasta pasados los dos o tres primeros kilómetros…
Dado que desde que hace cuatro años se organiza la “San Silvestre Roceña”, mucho más cerca de mi casa, en horario matinal y con el añadido de las pruebas infantiles tras finalizar la carrera, siempre he optado por finalizar el año deportivo corriendo los 10.000 m de la prueba serrana.
Este año, de nuevo fiel a la cita, y en pleno proceso de preparación de base para la temporada ciclista, el planteamiento era hacer una carrera tranquila y suave, controlando pulsaciones, y sin preocuparme de la marca. De esta manera nos plantábamos en línea de salida mi cuñado Sergio (que nos acompañó en la reciente Media Maratón de Ciudad Real), mi amigo Javi (quien completaba junto con Isidro y yo mismo el equipo de GP PHI del “Titán de la Mancha” de MTB) y el que suscribe estas líneas, con el firme propósito de vencer el intenso frío de la mañana y cubrir la distancia de la carrera de forma digna, pero sin forzar la máquina.
A las 10 h comenzaba la prueba, con una afluencia de unos 1.800 corredores. Los primeros dos kms eran favorables, en ligero descenso, de modo que el ritmo era medio (algo menos de 5’/km) y las pulsaciones aún bajas. Poco a poco la carrera iba cogiendo altura, en tranquilo pero constante ascenso, y mi pulsómetro comenzaba a gritarme para no pasarme de las 158 ppm que me había marcado de tope. Así que fui quedándome algo atrás respecto de mis compañeros mientras cada vez más corredores me rebasaban. No me importaba, el objetivo no era hacer tiempo.
Así fueron pasando los kilómetros, hasta que pasado el ecuador de la carrera tomé la decisión de apretar un poco en los últimos 3 kms, a pesar de los aullidos del Garmin. De este modo, al pasar el cartel del “siete”, y con la carrera entrando en la zona de pinar y caminos que protagoniza el final del recorrido, comencé a apretar. Al llegar al kilómetro ocho tomé contacto visual con Sergio y Javi, a los que alcanzaría unos 500 m más adelante para seguir juntos a partir de ese punto. Algo antes de llegar al polideportivo de inicio y fin de carrera, aceleramos el ritmo hasta terminar los últimos doscientos metros en sprint, para entrar en meta en 48’04” (tiempo oficial) y con el pulsómetro en unas terribles 189 ppm, justo por delante de mis compañeros de carrera.
Tras la meta, unos estiramientos, un poco de agua y a cambiarnos de ropa, antes de las carreras infantiles, en las que nuestros enanos corrieron sus respectivas distancias (200 y 400 m), recibieron sus medallas acreditativas y se marcharon tan contentos, en una fantástica mañana de deporte popular y familiar, en la que para mí la mayor satisfacción está en que los niños se empapen de ese ambiente deportivo, sano y divertido que sin duda es uno de las mejores señales que se pueden ir marcando en sus jóvenes cerebros y almas.
¡Nos vemos en la próxima!
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