BILBAO-BILBAO. CICLOTURISTA INTERNACIONAL. 115 KMS.
(15-03-2015)
Crónica en primera persona por Ramón Loro
(deportista GP PHI POLIDEPORTIVO)
Hace ya más de tres meses que decidíamos que la Bilbao-Bilbao sería nuestra puesta de largo en pruebas de carretera, y ahora, un día después de completarla con éxito, me veo frente a un teclado pensando en lo rápido que ha sucedido todo. Imagino que a la mayoría os pasará lo mismo tras cada conquista deportiva: que tras tantas horas de entreno y preparación, y después del enorme esfuerzo, ya en casa viendo fotos uno piensa que quizás debería siempre saborear más y mejor ciertos momentos emocionantes; puede que irrepetibles, por su singularidad. El deporte fluye por las venas de Euskadi. Con sus leyendas y mitos, resulta especial acercarse a su tradición de héroes, batallas y encendidas gargantas que los alentaron a un lado y otro de una carretera que hacían invisible..
Perfil con sus dificultades montañosas |
Ruta |
Tomás, Iván, Isidro, Joaquín y yo, Ramón, juntamos ocho apellidos (los tres primeros coinciden en uno de ellos al ser primos). No apellidos vascos, sino ibicencos, catalanes y manchegos. Estos cinco seríamos los hombres que poníamos una pica en lo más profundo de Bilbao, siendo la primera de GP PHI POLIDEPORTIVO coloca en aquellas tierras ciertamente lejanas del hogar. Ahí queda eso, pienso con cierto orgullo. Pero basta de rollo y vamos con la crónica.
Nuestros compañeros y aliados |
Domingo 15 de marzo. El día empieza pronto. 5:45 de la mañana, ¿o se dice de la madrugada?, bueno, no lo sé, pero el día sí empieza muy pronto. La noche anterior habíamos decidido levantarnos a las 6:15, pero como a uno le gustan todos los deportes, decido levantarme un poco antes para ver la salida de la Fórmula 1, programada a las seis. Poco a poco van apareciendo por la cocina el resto de la expedición, y en un abrir y cerrar de ojos estamos preparados para emprender el trayecto hasta Bilbao; unos 20 minutos hasta la línea de salida, al ladito del famoso Guggenheim.
Hasta este momento no había ni rastro de lluvia , pero nada más bajar las bicis de la furgoneta oficial empezaron a caer unas cuantas gotas, las cuales poco a poco se convirtieron en llovizna, y ésta a su vez en una espesa manta de agua que daba paso al granizo, haciéndonos entonar las menos elegantes maldiciones. Sólo de recordarlo me revienta la situación. Pero volviendo a la historia, a las 8:00 horas tomábamos la salida. Por delante 115 Km de incertidumbre. No estábamos seguros de cómo desarrollaría la prueba; si iríamos juntos o cada uno a su ritmo. Lo que sí estaba claro era que lo importante era terminar y felicitarse unidos, completar el reto en definitiva, y con ese espíritu empezamos a rodar por las calles de Bilbao.
Según la organización estaríamos unos 6.000 corredores, o sea que difícil sería quedarse solo. Sin embargo, apenas habíamos salido de la ciudad y yo mismo me encontré rodando el solitario. Solo bajo unos soportales arreglando el primer pinchazo “¡¡Empezamos bien!!”, pensé, pues al fondo veía cómo la figura de los compañeros se perdía entre la multitud de ciclistas, pues obviamente no se habían dado cuenta de mi avería entre tanto alboroto.
Fue entonces cuando asimilé que afrontaría el resto del trayecto en solitario. Arreglo el pinchazo como puedo, con las manos medio congeladas, y resignado reemprendo el camino. No llevaba ni 3 km más cuando me doy cuenta de que he vuelto a pinchar. Para echarse a llorar. Kilometro 13, y ya no tengo cámaras de repuesto. Me aparto un poco y decido esperar a un coche de asistencia. Dos ambulancias, tres motos y dos mil ciclistas después aparece un furgón de lo que parece ser una tienda de bicis. En menos que canta un gallo me reparan el pinchazo y ofrecen una cámara más de repuesto. ¡Buena gente estos vascos! A partir de aquí, empieza realmente mi carrera.
Isidro y Joaquín marchaban por delante a un buen ritmo, pero en este deporte no sólo pueden fallar tus fuerzas, sino también la mecánica de la bici, y en una de las primeras subidas la cadena de Isidro dice basta y le deja más tirado que una colilla. Además del susto que uno se lleva cuando en pleno esfuerzo se parte la cadena, verdaderamente es muy peligroso, pues te puedes ir al suelo con facilidad, y con tanta gente no es difícil que ocurra un grave accidente. Pero aun siendo fastidioso lo anterior, lo peor es la cara que se te queda cuando llevas 20kms y vas sin cadena. Al final, después de evaluar la seriedad de la avería, Isidro decide esperar a que llegue un coche de asistencia, acordándose que Joaquín entonces siga en solitario. Dos ambulancias, tres motos, un camión de la Coca-Cola, dos mil ciclistas, otras tres motos y dos mil ciclistas más y la asistencia no llega todavía. Finalmente decide ir en su búsqueda, caminando en sentido contrario, pues corre el riesgo de quedarse helado. Por fin encuentra la asistencia y, tras reparar la cadena, pone pies (en este caso pedales) en polvorosa y a la caza de Joaquín. Y es que Isidro Hidalgo no permite que ningún obstáculo se interponga en la odisea constante que es su vida deportiva, menos aún una simple avería, por fea que sea.
Joaquín García David, menudo pedazo de ciclista. Incansable, tenaz. Sin comerlo ni beberlo se le presenta la oportunidad de ser cabeza de lanza de la expedición, y no la desaprovecha. Con su pedaleo de siempre emprende la aventura en solitario, sabiendo dosificarse en los tramos llanos y dando lo mejor de sí en las subidas, terreno donde demuestra de qué pasta está hecho. Se permite el lujo de pararse en el avituallamiento y, aun así, no volveremos a verlo hasta la meta, donde es el primero del grupo en pasar, con una media de casi 26km/h., a pesar de dejarse ir en los últimos kilómetros. Bravo.
Tomás e Iván deciden tomarse la ruta con más calma. Tomás es un más que experimentado deportista y, aun yendo sobrado de fuerzas, prefiere hacer la ruta en compañía de Iván, quien llegaba a la prueba muy justo de entrenamiento, todo un portento físico repleto de tesón (cualidad esta última , de la que andan más que sobrados los tres primos Hidalgo).
Piano-piano, van recorriendo los kilómetros al ritmo al que mejor es capaz de adaptarse Iván, aunque en las subidas, y haciendo gala de un excepcional estado físico, Tomás se permite el lujo de subir con un ritmo más duro, para después dejarse llevar en las bajadas, siempre esperando a Iván.
Lo mejor, dentro de lo peor que nos ha pasado al disgregarse el grupo circunstancialmente, es que cada uno ha ido al ritmo que ha querido. El quedarte solo, aunque estés rodeado de 6.000 corredores, hace que siempre lleves el ritmo que mejor se ajusta a ti en cada momento, lo que a la postre te deja una agradable sensación de haberte esforzado en la justa medida durante el recorrido. Todos sabemos lo que es rodar o correr en compañía y adaptar tu ritmo al del compañero, lo que unas veces por mucho y otras veces por poco puede dejar un poso de insatisfacción pensando en que lo podía haberlo hecho mejor, o que el ir junto a alguien más fuerte te ha hecho sufrir demasiado toda la carrera, si bien estas sociedades tienen otras vertientes agradables al ayudar o ser asistido.
Con estos pensamientos, devorando kilómetros, disfrutando del paisaje, nos presentamos en la última subida, el Alto de Morga, y en cuya cima nos encontramos como por casualidad, Tomas, Iván, Isidro y yo. Gran alegría ver a los compañeros. Casi 20.000 metros y esto se habrá acabado. Nos queda una última bajada que hacemos como alma que lleva el diablo, a un ritmo bravío, recorriendo los últimos kilómetros a una velocidad de vértigo. Nos sabemos victoriosos una vez más. Ya somos conscientes de que el esfuerzo nos devolverá la suma en forma de satisfacción. La prueba resultó dura, pero preciosa. Épica en la medida que uno imagina el auténtico ciclismo, con cinco horas en las que saborear el ambiente que el pueblo vasco, gran amante del deporte, el cual sabe impregnar sus carreteras de pasión. A las 13:05 hacemos meta y clavamos la pica.
No quiero dejar de agradecer a GP PHI POLIDEPORTIVO, y en especial al compañero Isidro como uno de los prohombres del club, su ayuda logística, así como Tomás e Iván, por su buen carácter, haciéndose valer como gente con la que se hace extraordinariamente ameno hasta el mayor y más sufrido de los retos, y a Joaquín, por su inestimable compañía.
Nos vemos en la próxima!
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